Arequipa es una ciudad de un estilo colonial predominante, tiene unos balcones muy bellos, y una zona residencial paqueta. Su gente es muy amena al igual que otras zonas del Perú, como ya les venía contando.
Le dicen la ciudad blanca, por su característica piedra volcánica de “sillar”, que regala a los ojos los tonos del rosa y el blanco. La mayoría de las construcciones edilicias en zona urbana es a base de esta piedra, lo que le da un sentido de identidad realmente importante.
Como me sucedió en el norte de nuestro país (Argentina), he tenido la suerte de conocer a otra excelente guía, una señora que es historiadora, y recibida de administración hotelera, admiré mucho todo lo que me compartió.
Ella, como muchos de los pobladores de Arequipa, es muy pero muy regionalista, lo que le da a su pueblo un gran carácter, eso me atrapa y llama la atención… a muchos les choca, yo creo que es así porque aman profundamente el lugar en el que viven.
El paisaje es alucinante, ya que tienen unos valles con todos los tonos del verde y siembra de muchas variedades vegetales, y nevados y más de siete volcanes. También es zona sísmica, en la que existen temblores todos los días del año, a veces imperceptibles.
Este lugar está en lo que se denomina El Colca y es económicamente activo en comercio e industria.
También le llaman la ciudad del eterno cielo azul, tiene muy buen clima y raramente se nubla.
El paso por aquí me regalo mucha cultura e historia recorriendo el Monasterio Santa Catalina, Monasterio de Santa Rosa, su Catedral, la Iglesia de San Francisco y su convento, el templo San Agustín, el barrio Ermita y San Lorenzo, la biblioteca de Vargas Llosa y por supuesto su hermoso centro y sus recovecos.
Me saco el sombrero por los servicios que brindan los Arequipeños, realmente la industria turística es desarrollada con una suma conciencia, el cuidado por la naturaleza es impresionante, la gente es más que servicial, siempre está pendiente que estés cómodo y feliz, y que regreses cuando quieras...
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