20 de enero de 2014

Donostia



Comienzos de enero 2006, mi primer viaje lejos de casa, entiéndase por "casa" a mi hogar habitual el continente sudamericano. 
Con un grupo de amigos emprendimos camino hacia el viejo mundo por una beca de las carreras de hotelería y gastronomía. 

Salimos con la ilusión de lo que descubriríamos, como principal equipaje. 
Destino inicial: Donostia, más conocido como San Sebastián, ciudad y municipio situado en el norte de España, en la costa del golfo de Vizcaya, a pocos kilómetros de Francia. 



Parte Vieja
Comenzamos nuestro viaje aquí, no solo porque nuestro vuelo llegaba a este destino, si no también porque íbamos a un conocido restaurante Michelín, conjuntamente con otros jóvenes que provenían desde distintos puntos del mundo.

La ciudad donostiarra se extiende por una bahía de arena extensa y blanca, entre los montes Urgull e Igeldo. Un caserío pesquero, un ensanche señorial y modernos barrios que convierten a esta ciudad en una de las más atractivas del litoral cantábrico. 



Caminando sus calles, la primer impresión fue hermosa. Es muy común ver una población dividida en dos generaciones bien marcadas, ancianos y jóvenes. Muchos de los ancianos se ven acompañados de sus mascotas, te encuentras con caninos y sus dueños hasta dentro de los restaurantes, algo que llamó mi atención. 

Peine de Viento
Su desarrollo arquitectónico se encuentra  dividido entre lo moderno y lo antiguo (como su población, como les comentaba), configurando un territorio con aires  algo afrancesados, pero con sabores particulares y muy propios. 

Lo que primero se busca cuando surge algo de hambre son sus típicos Pintxos, comida de paso, bocados para comer sin muchos cubiertos, a veces solo con la mano, con sabores bien marcados y con toda la cultura culinaria vasca en el paladar. 

Kursaal

Su trazado urbano se despliega mirando a la Bahía de La Concha. El Monte Igeldo marca el límite en uno de sus extremos. A sus pies queda la Punta Torrepea, donde se instala el "Peine del Viento", conjunto escultórico del artista vasco Chillida, digno de ver y disfrutar. 
Allí mismo encontramos la Playa de Ondarreta, enmarcada por una zona de bellos jardines y el Pico del Loro. Mirando siempre al mar, llegamos al antiguo Casino, hoy Ayuntamiento de la ciudad. En esta zona, entre el mar y el río Urumea, se encuentra el casco viejo, y camino del Monte Urgull, el muelle deportivo y el barrio pesquero, para mi el más bonito de toda la ciudad.

Hotel María Cristina
Los bares y restaurantes siempre están llenos, sin importar el día y la hora. Degustaciones de patatas bravas (con ají y una mayonesa a base ajo), orejas de cerdo, bacalao y morcilla son muy comunes, acompañados de una cerveza, cubata, Gin Tonic con mucho hielo y limas,  o el típico Txakolí (vino originario de la zona de Vizcaya). 


En la parte más antigua de San Sebastián están las iglesias de San Vicente y de Santa María del Coro, una gótica y la otra renacentista-barroca. Un antiguo convento de dominicos es hoy en día el Museo San Telmo, cuyas colecciones de arqueología y pintura merecen una detenida visita.  Entre sus balcones,  se alza el antiguo ayuntamiento neo clásico, reconvertido en Biblioteca Municipal.


A orillas del Urumea divisamos el Teatro Victoria Eugenia y el Hotel María Cristina, construidos en estilo neo plateresco. Dispersos por este trazado, también podemos visitar la plaza de Guipúzcoa, con el edifico de la Diputación Foral, el Centro Cultural Koldo Mitxelena, Correos y Telégrafos. En la playa de Gros se encuentran la moderna estructura del Kursaal, diseñada por el arquitecto Rafael Moneo. 


San Sebastián es una ciudad cosmopolita de fuerte personalidad, implícita en sus certámenes culturales. 

La tamborrada o la Semana Grande, con las regatas de traineras, nos hablan de la tradición (muy arraigada); mientras que sus prestigiosos festivales de cine y de jazz dicen mucho de su vocación internacional.

Puerto